Paul Lafargue afirmaba que "Una buena obrera no hace con su huso más de cinco mallas por minuto; ciertas máquinas hacen treinta mil en el mismo tiempo. Cada minuto de la máquina equivale, por consiguiente, a cien horas de trabajo de la obrera, o lo que es igual: cada minuto de trabajo de la máquina concede a la obrera diez días de reposo. Lo que es cierto para la industria de los tejidos lo es, más o menos, para todas las industrias renovadas por la máquina moderna. Pero ¿qué vemos? A medida que la máquina se perfecciona y sustituye con una rapidez y precisión cada vez mayor el trabajo humano, el obrero, en vez de aumentar su reposo en la misma cantidad, redobla aún más su esfuerzo, como si quisiera rivalizar con la máquina. ¡Oh, competencia absurda y asesina!". Este texto señala como la revolución tecnológica en lugar de suponer una garantía para el derecho al ocio ha supuesto su reducción o eliminación.